
Las piernas me dolían como si se desgarraran. Tenía los músculos tan agarrotados que cada nuevo paso era un suplicio.
Podía oírte, cada vez mas cerca. Casi sentía tu aliento.
No me atreví a girarme, no tuve valor para ver tu rostro.
Cuando la oscuridad me engulló por fin, vislumbré una tétrica sonrisa.
Habías conseguido lo que querías: estaríamos juntos de nuevo.
Comentarios
Publicar un comentario