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Mostrando entradas de octubre, 2018

Visita inesperada

La tenía justo delante. Podía escucharla, pero no me atrevía a abrir los ojos; no quería verla. Contuve el aliento para que no me descubriera. Entonces susurró mi nombre. Muy bajo. Muy despacio. Pronunciando cada sílaba de una forma primigenia y cruel. De una forma que sólo provocaba miedo. Ahí es cuando lo supe, no tenía nada que hacer: Nadie puede escapar cuando te visita la Muerte.

Alquimia

Encontró el viejo libro dentro de un baúl en el desván abandonado. Nunca había visto nada parecido. No tenía título. La portada de piel estaba decorada por preciosas filigranas doradas. Lo abrió con cuidado y se maravilló por la cuidada caligrafía con la que estaba escrito. Eligió un párrafo cualquiera y leyó en voz alta. En la otra punta de la buhardilla, el gólem abrió los ojos.

Agresión

Cogió el teléfono asustada y marcó el número de emergencias. Al otro lado una voz amable le atendió, ya no pudo hablar. Fue lo último amable que escuchó.

Seguridad

«No hay nada mas seguro que viajar en avión» pensó mirando, distraída, las nubes por la ventanilla. Mientras tanto, a once mil metros de altura, el ala derecha comenzó a arder.

El nuevo dios

—¡Madre mía!, ¡esta juventud, qué poca educación! ¡Con lo mayor que soy y nadie me deja sentarme! —gritó la emperifollada señora en mitad del abarrotado autobús. Un pobre hombre con aspecto cansado y ataviado con un mono sucio de trabajo se levantó ofreciéndole su asiento. Ella ni se lo agradeció. Era su obligación el servir a un ser superior.

Detrás del telón

Todo el mundo era feliz hasta que terminaron los aplausos.

Inyección letal

El condenado lloraba desconsolado. Varios de los asistentes a la ejecución, entre ellos la madre de su joven víctima, tuvieron que salir de la sala pues no soportaban el insistente llanto. —Pobre diablo —dijo la mujer secándose las lágrimas con un pañuelo—. Está claro que el miedo a morir le ha hecho arrepentirse de todo lo que le hizo a mi niña. Dios lo perdone. Pero ni tenía miedo a la muerte, ni se arrepentía de lo que había hecho. Eso sí, le tenía pánico a las agujas.

El hipocondríaco

Tras examinarlo a fondo, el doctor se sentó en la butaca y observó a su paciente con preocupación. —Me temo que tengo malas noticias —anunció con seriedad. El paciente sintió un escalofrío, en el fondo él ya lo veía venir. —¿Qué me sucede doctor? —preguntó con temor. —Algo terrible: Está completamente sano.