La tenía justo delante. Podía escucharla, pero no me atrevía a abrir los ojos; no quería verla. Contuve el aliento para que no me descubriera. Entonces susurró mi nombre. Muy bajo. Muy despacio. Pronunciando cada sílaba de una forma primigenia y cruel. De una forma que sólo provocaba miedo. Ahí es cuando lo supe, no tenía nada que hacer: Nadie puede escapar cuando te visita la Muerte.
Un microtrance es un viaje, un momento. Una bocanada de inspiración. Una pequeña historia que sale de su escondite y muestra un poco de mi alma. Si te atreves, estás invitado a leerlos.