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Vlad


Vladimir era un tío pálido, de aspecto enfermizo y muy siniestro. Decían que nunca salía a la calle de día, pero que cuando no tenía más remedio, siempre llevaba un gran paraguas para protegerse del sol que le provocaba graves quemaduras. Hablaban de que era un criminal, de que conseguía bolsas de sangre en el mercado negro. Que con ellas se mantenía vivo, que le hacían más joven.

El día que la pequeña Ruxandra desapareció, pensaron en él, y dijeron en voz alta lo que todo el mundo pensaba: Vlad era un vampiro y seguramente la niña era una de sus numerosas víctimas. Nadie dudó de su culpabilidad y sin pensarlo dos veces irrumpieron en su casa para lincharlo. El pobre no aguantó demasiado.

La niña apareció al día siguiente, se había escondido para llamar la atención.

En la autopsia se confirmó que Vladimir tenía porfiria.

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Ritual

Bailaban extasiados al son de la estridente melodía girando en trance en torno al fuego. Entre los oscuros acordes y sus aborrecibles y grotescas risas, apenas se escuchaban los gritos desesperados de la doncella que se quemaba en la pira.

Hermosa

Siempre le habían dicho que era muy guapa, que llegaría muy lejos en la vida. Al principio no lo entendía, ¿qué tendrá que ver ser guapa con conseguir lo que quería? Pero el tiempo les dio la razón. Ser atractiva le había abierto muchas puertas. Era algo asqueroso. Pero en cierto modo le hacía sentirse mejor cuando los destripaba.

Alquimia

Encontró el viejo libro dentro de un baúl en el desván abandonado. Nunca había visto nada parecido. No tenía título. La portada de piel estaba decorada por preciosas filigranas doradas. Lo abrió con cuidado y se maravilló por la cuidada caligrafía con la que estaba escrito. Eligió un párrafo cualquiera y leyó en voz alta. En la otra punta de la buhardilla, el gólem abrió los ojos.