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Detective secreto

—¿Quiere dejar usted se seguirme? —le gritó la mujer enfadada. El resto de los clientes de la cafetería levantaron la vista para contemplar la escena.

Fermín bajó el periódico que fingía leer y se hizo el sorprendido.

—No sé de qué me habla señora.

La mujer le arrebató el periódico de las manos y lo enrollo para golpearle en la cabeza.

—¿Qué no sabe de que le hablo? —Miró a su alrededor y se dirigió al resto de personas— ¡Pero qué cara más dura! ¡Sí lleva detrás de mí desde que he salido de casa! —Volvió a centrar toda su atención en él—. Pero si es imposible no fijarse en usted, con ese estúpido sombrerito ¡Y seguro que debajo de esa gabardina no lleva nada de ropa! ¿Qué es usted? ¡Un pervertido!

El encargado se acercó.

—¿Está bien, señora? ¿Quiere que llamemos a la policía?

La mujer asintió satisfecha y Fermín se empezó a poner nervioso. «No, otra vez no». Perdería a su cliente, pero no estaba dispuesto a pasar otra noche en el calabozo. Se levantó, y salió del local a toda prisa.

Sin duda era el peor detective del mundo… y no lo entendía.

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