
Sabiendo que era incapaz de ganar, saqué la mano fuera del confort de las sábanas y a tientas agarré el maldito cacharro de plástico; con los ojos apenas abiertos miré los números luminosos y parpadeantes.
Acto seguido lo abracé y me di media vuelta en la cama mientras feliz pensaba "Aún me queda diez minutos".
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