
Agarró con sus diminutas manitas tantos lápices de colores como pudo y los esparció por el suelo alrededor de la hoja en blanco. Se dejó caer
al lado y, sin pensarlo demasiado, comenzó a dibujar garabatos sobre el papel. Una vez estuvo satisfecho con el resultado, se levantó y fue corriendo con el dibujo en busca de la aprobación de su madre que estaba en el salón mirando un programa de televisión. Sin prestarle demasiada atención a su hijo, y sin ni tan siquiera mirar el dibujo, balbuceó un par de palabras de conveniencia, y siguió a lo suyo. El niño desilusionado dejo caer el dibujo al suelo, y se
sentó con su madre a ver la tele.
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