
El agente sujetaba con fuerza su arma mientras aguardaba el momento oportuno para entrar en el edificio. El corazón le palpitaba en la cabeza tan fuerte que era prácticamente lo único que escuchaba. De pronto vio como su compañero le hacia una seña, y sin pensárselo dos veces derribó la puerta de una patada. El subidón de adrenalina fue tan intenso que no le permitió percatarse de que algo iba mal: Mientras encañonaba a las figuras de ojos vacíos, a su espalda una
presencia cruel, hostil y primigenia se relamía pensando en el exquisito momento que estaba a punto de disfrutar.
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