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El Grinch - #AdvientoLiterup2018 (Aguinaldo)

Cuando se aseguró de que todos estaban sentados a su alrededor empezó a hablar.

—Odio la Navidad: el árbol del bazar chino, las cenas familiares en las que nos atiborramos como cerdos, el asqueroso turrón duro, los villancicos cutres, la lotería que nunca toca, el aguinaldo que sirve para ver lo rata que es el jefe, las postales en las que deseas lo mejor a gente que te la resopla...¿Y lo peor? Este feo traje rojo… y lo que pica esta barba… ¡Eh!... ¿Pero qué hacen?... ¡No me toquen!... ¡Maldita sea!... ¡¡He dicho que no se les ocurra tocarme!!

Hicieron falta tres guardias de seguridad para reducirlo. Apestaba a alcohol ¿cómo era posible que nadie se hubiese dado cuenta de ese detalle?

Los niños lloraban desconsolados, hubo que explicarles que se llevaban a Papá Noel porqué estaba enfermo e hizo falta todo un cargamento de golosinas para que sus elfos consiguieran calmarlos.

Ese año el centro comercial se iba a llevar unas cuantas demandas.

Relato finalista del #AdvientoLiterup2018 plataforma Literup día 21/12

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Hermosa

Siempre le habían dicho que era muy guapa, que llegaría muy lejos en la vida. Al principio no lo entendía, ¿qué tendrá que ver ser guapa con conseguir lo que quería? Pero el tiempo les dio la razón. Ser atractiva le había abierto muchas puertas. Era algo asqueroso. Pero en cierto modo le hacía sentirse mejor cuando los destripaba.

Vlad

Vladimir era un tío pálido, de aspecto enfermizo y muy siniestro. Decían que nunca salía a la calle de día, pero que cuando no tenía más remedio, siempre llevaba un gran paraguas para protegerse del sol que le provocaba graves quemaduras. Hablaban de que era un criminal, de que conseguía bolsas de sangre en el mercado negro. Que con ellas se mantenía vivo, que le hacían más joven. El día que la pequeña Ruxandra desapareció, pensaron en él, y dijeron en voz alta lo que todo el mundo pensaba: Vlad era un vampiro y seguramente la niña era una de sus numerosas víctimas. Nadie dudó de su culpabilidad y sin pensarlo dos veces irrumpieron en su casa para lincharlo. El pobre no aguantó demasiado. La niña apareció al día siguiente, se había escondido para llamar la atención. En la autopsia se confirmó que Vladimir tenía porfiria.

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—¡Compre productos de la huerta! —Eduardo se desgañitaba desde su puesto del mercadillo para atraer clientes— ¡Cultivados de forma natural y orgánica! ¡Sin pesticidas! —¿A cuanto tiene los tomates? —preguntó una señora agarrando un enorme y rojo ejemplar. —A 5€ el kilo. —La señora lo miró incrédula—. Mire, este primero se lo regalo para que pruebe lo bueno que es —le contestó a la par que le guiñaba un ojo. La señora se fue muy contenta pensando en la ensalada que le iba a preparar a su marido. Eduardo sonrió. Una vez que lo probaran, estarían enganchados.