Observó el vaso con recelo y lo agitó vertiendo parte de su contenido. Lo olisqueó y me miró dubitativo.
—Bebe. No seas tonto —le dije.
Le dio un minúsculo trago y la cara que puso me hizo sonreír.
—Mamá no te rías, esto está malísimo.
—¿Qué dices? ¡Pero si te encanta la zanahoria! —le contesté.
—Sí, ¡pero lleva algo más!
Negué con la cabeza como si no supiera de qué me estaba hablando.
—No, cariño, es solo zumo —le mentí—. Venga bébetelo y podrás irte a jugar.
Sin estar convencido del todo cerró los ojos y se tragó la medicina. Me miró satisfecho entregándome el vaso vacío, asentí y corrió a su cuarto para hacer carreras con sus coches.
Suspiré aliviada. Un sentimiento agridulce me invadió por completo y tuve que hacer un gran esfuerzo para contener las lágrimas. Mi pequeño se hacía mayor, y cada vez me resultaba más difícil ocultarle su horrible enfermedad.
Relato finalista del #AdvientoLiterup2018 plataforma Literup día 19/12
—Bebe. No seas tonto —le dije.
Le dio un minúsculo trago y la cara que puso me hizo sonreír.
—Mamá no te rías, esto está malísimo.
—¿Qué dices? ¡Pero si te encanta la zanahoria! —le contesté.
—Sí, ¡pero lleva algo más!
Negué con la cabeza como si no supiera de qué me estaba hablando.
—No, cariño, es solo zumo —le mentí—. Venga bébetelo y podrás irte a jugar.
Sin estar convencido del todo cerró los ojos y se tragó la medicina. Me miró satisfecho entregándome el vaso vacío, asentí y corrió a su cuarto para hacer carreras con sus coches.
Suspiré aliviada. Un sentimiento agridulce me invadió por completo y tuve que hacer un gran esfuerzo para contener las lágrimas. Mi pequeño se hacía mayor, y cada vez me resultaba más difícil ocultarle su horrible enfermedad.
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