Ojeó el impreso que tenía en las manos y que confirmaba por fin el inicio de sus relaciones comerciales. Sólo faltaba su firma para que el acuerdo estuviera cerrado. Sacó su bolígrafo y lo apoyó en el papel con cuidado para dibujar su rúbrica. Cuando completó el trazo, el círculo se cerró.
En la otra punta del mundo, alguién sonrió con malicia. Otra nueva alma para su colección.
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