Los espíritus susurraban en el interior de la vieja casa abandonada. Habían escondido el libro que nunca debió ser escrito, que yacía lleno de polvo en un hueco del techo. Era un libro maldito que nadie, bajo ningún concepto, debía leer. Pero estaba a buen recaudo, ellos se habían encargado de ello.
De pronto la puerta se abrió y una pareja entró en la casa.
—Cariño —dijo él—, ¡este será nuestro hogar!
Ella lo miró con ilusión. Aunque por dentro sólo podía pensar en la cantidad de reformas que tendrían que hacer. De momento bajarían esos techos.
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