El niño siempre había estado enfermo. No recordaba ni un sólo día sin que no le carcomiera las entrañas la sombra que lo rodeaba.Pero no estaba asustado, el niño era valiente. Tanto que cada noche jugaba a las cartas con la muerte, y así cuando iba a dormirse, sonreía tranquilo. No por saber que iba a despertar al día siguiente, si no porque cuando no lo hiciera, la muerte le debería muchos favores.
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