—¡Sois escoria! —Aporreó la mesa con su garfio.
—¡Escoria!, ¡escoria! —repitió el loro que revoloteaba por el camarote.
—Hay un ladrón entre nosotros. Alguien ha robado la última botella de grog.
—¡Ladrón!, ¡ladrón!
Los piratas se miraron unos a otros, aunque todos sabían quien había sido, nunca lo delatarían. Por eso Larry el Tuerto actuó.
—He sido yo, capitán —susurró.
—¡He sido yo!, ¡He sido yo!
Barbalila sacó su mosquete y disparó. Jon, el loro, cayó muerto. Tras la confesión del criminal, todos volvieron a sus quehaceres en el barco.
Sí, el capitán Barbalila era un poco imbécil.
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